LO QUE LA CUARENTENA ME ENSEÑÓ

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Llevo desde el 13 de marzo sin salir de casa. Solo he salido una vez para ir a ponerme el tratamiento al hospital, cosa que me puso bastante nerviosa, pero que al final todo salió bien.

En este mes he vivido más altibajos que una montaña rusa y, otra vez, la vida me ha demostrado que la fuerza de la mente no se compara con nada más. He pasado de sentirme en lo más alto a caer a cien por hora en menos de un segundo. Reír, llorar... y volver a reír otra vez (y a llorar, claro). Antes de que todo esto empezase, mi ritmo de vida era muy acelerado y, de repente, todo se paró. De un día a otro dejé de ir a la universidad y ahora sé que ya no voy a volver hasta el curso que viene. He tenido que dejar de trabajar y echo de menos a mis niños de las clases particulares. Como yo, ellos también se están viendo muy afectados por toda esta situación.

Bueno, como todos nosotros.

Me he pasado días sin querer salir de la cama porque nada me motivaba. Soy una persona que está acostumbrada a hacer mil y una cosas, así que esto de estar en punto muerto no es que se me dé demasiado bien. Además, lo de estudiar en casa no es lo mío, cosa que me está perjudicando bastante (sumado al descontrol que hay en cuanto a qué pasará con este curso). Hace tiempo que ya no veo a mi familia, a mis perros, ni a mis amigos y, quizás, no sea lo peor de todo.

Lo que más me está costando es no salir.

Sé que tengo que quedarme en casa por mi bien y por el de los demás; y lo voy a hacer. Pero también sé que no quiero volver a sentir miedo por salir fuera de casa como ya me pasó cuando me diagnosticaron la colitis. No quiero volver a tener agorafobia o ansiedad social después de que todo esto acabe. Ese es mi mayor miedo ahora mismo. Es a lo que más respeto le tengo.

He estado con miedo a salir a la calle más de un año. Miedo de no encontrar un baño si me entraba un apretón. Miedo de sentirme mal de repente y tener que salir corriendo a casa porque no soportaba el dolor. Y no quiero volver a pasar por lo mismo; y creo que no soy la única que se está sintiendo así durante esta cuarentena. Por otra parte, esta situación puede que haga entender al resto de la sociedad lo difícil que puede ser poner  un pie fuera de tu zona de confort, que te entre una ansiedad que no puedas controlar, que te falte el aire y que solo quieras volver a donde te sientes a salvo.

Ha pasado un mes desde que estoy en casa. De los errores se aprende, pero de estas situaciones también. El tiempo que yo estuve encerrada en casa por la agorafobia me enseñó a valorar las pequeñas cosas como estar en una terraza tomando un café o ir a pasear con mis perros por la playa. Creo que esta cuarentena va a conseguir que todo el mundo empiece a valorar esos pequeños detalles a los que en el día a día no valoramos como se merecen.

 Mucho ánimo para todas las personas que se han sentido como yo en algún momento.

Esto no va a poder con nosotros.

 Fuerza. 

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