EL PRINCIPIO DEL FIN

Comenzó el verano, y una de las cosas que tiene la cortisona es que no puedes tomar el sol.OK, PERFECTO TODO, CLARO QUE SÍ. Desde que tenia 14 años me pasaba desde las cuatro de la tarde hasta las diez de la noche torrándome al sol.

No poder ir a la playa fue lo peor, porque sí, me decían: `` pero vete igual mujer, te llevas una sombrilla y ya está´´. Mis cojones. Lo siento pero no. Para tener que estar debajo de una sombrilla no voy, porque no me lo voy a pasar bien viendo como los demás se van a bañar y yo ala, ahí plantada. Pues no.

Fue un bajón de verano, apenas hacía algo. Sólo me dedicaba a encerrarme cada vez más y más en mi casa.. Y bueno, a seguir engullendo como efecto de los corticoides. Yo lo único que quería era estar bien y empezar ya mi último curso en el instituto. Todo lo que vino después, la verdad que ni me lo esperaba ni se lo deseo al peor de mis enemigos.

Acabó el verano y el comienzo del curso estuvo más o menos bien. El primer día de clase no pude ir porque tenía que ir al hospital a hablar con mi especialista de digestivo, y para mí, por aquel entonces mis estudios estaban muy por encima de mi salud. (Gracias a dios ahora ya priorizo mi salud antes que nada). Con 17 años no lo entendía, no entendía porqué yo no podía estar con mis amigos/as en clase y tenía que estar entre hospitales y pruebas. 

Poco después mi estado de salud había empeorado bastante, apenas podía ir a clase y cuando iba, a la hora siguiente me iba corriendo a mi casa porque no soportaba los retortijones. Mi padre, viéndome así me decía que debía dejar el instituto y recuperarme, pero para mi eso era impensable.

Nunca suspendí una evaluación de nada, sacaba buenas notas y me gustaba mucho ir a clase. Sí, era una repelente. Lo sé. Pero con esto me dí cuenta de que hay que valorar más lo que tenemos porque para mí, en ese momento ir a clase era un privilegio que no podía tener.

Valora lo que tienes, porque nunca sabes cuando puedes llegar a perderlo.